Pedalear Kyrguistán no es sencillo, pareciera que la bici no avanza o por lo menos lo hace mucho más lento que en otros terrenos por los que ya me he movido. Aunque hay pistas en buen estado, no suelen durar mucho y cuando más al interior vas, más dificultades te encuentras.
Está claro que esto también preserva el encanto de estas tierras por que lo fácil atrae a mucha más gente, pero aquí no viene cualquiera, esto no es pedalear por las montañas de al lado de donde vives y cuando quieres te das la vuelta y regresas a casa. Aquí, una vez cruzas las montañas y te vas al interior, lo más que te vas a encontrar y no cada 50km, va a ser esto.
Eso sí, también te harán sentir como en casa desde el minito 0. Como dije antes, los kirguisos se caracterizan por su hospitalidad y cuando por horas pedaleas donde parece que no hay nada ni nadie, encuentras una yurta, ten por seguro que te recibirán con los brazos abiertos. Con algunos de ellos te podrás entender en inglés, con otros solo con gestos, cosa que aún hace que la experiencia se más especial y auténtica.
No te darás cuenta y estarás sentado en el suelo con toda la familia tomando un té, o el típico Kymyz (o Kumís), una bebida láctea fermentada hecha de leche de yegua. El pan hecho también por ellos con mantequilla y azúcar te dará fuerzas para los siguientes km.
Son las cosas que te hacen reflexionar sobre muchas cosas de la vida, de como la vivimos cada uno, de lo que es la felicidad, de lo bonitas que son las cosas sencillas y lo que llenan algunas situaciones. De momentos así se alimenta el alma, ésta era una de las cosas por las que hemos pedaleado y pasado algunos apuros días atrás, el simple hecho de compartir un rato con los lugareños, un intercambio de sonrisas, de miradas, una charla más o menos distendida y un agradecimiento infinito.
Como llegamos, nos marchamos. Continuamos nuestro camino sin hacer ruido, dandole vueltas a las bielas, mirando a nuestro alrededor, comentando entre nosotros lo que está suponiendo esta incursión cultural.
La paz que albergan estas montañas es inmensa como las vistas que nos ofrecen. Los caminos parecen interminables y ahora, en este preciso instante, un instante que no volverá a repetirse, por que el tiempo no para y las situaciones siempre cambian, estos caminos los sentimos como nuestros.
No hay nada que perturbe estos ratos de escuchar al silencio.
Por momentos agradeces llevar el track en el GPS por que el camino desaparece, pedaleas sobre la hierba o como mucho, sigues las roderas que quedan marcadas de los 4x4 que puedan pasar por aquí.
Alguna figura montada a lomos de su caballo aparece cada cierto tiempo y te saluda efusivamente desde la lejanía.
Muchas veces esos jinetes son niños que están cuidado al ganado. Están solos!! Sí, ya sé que en algún lugar estará la yurta con su familia pero, si miras a tu alrededor, ves de donde vienes y a donde vas, ves a este niño en mitad de un terreno en el que durante km y km no has visto nada.
Su única compañía, otros caballos y los Yaks.
Cada x tiempo toca descalzarse, tirar las botas al otro lado del riachuelo, y cruzar descalzo por las gélidas aguas que viene de las cumbres nevadas. Hay que ir con cuidado, a veces al agua viene con fuerza y entre el frío que te entumece los pies, y los pedruscos, no es difícil perder el equilibrio y caer.
Pasar montado sobre la bici es imposible y si te la juegas, acabas empapado seguro.
Cada vez que pasas uno de estos y refrescas las piernas, es como volver a empezar con la musculatura como nueva 🤣
Te vuelve a llover, ves que más adelante la cosa va a peor, pero al mal tiempo buena cara. En alguna ocasión toca improvisar y cuando de la nada te empieza a caer agua a manta, pues sacar la funda de la tienda y meterse volando dentro para esperar que pase lo peor, es la única solución.
Y cuando parece que la cosa no va a mejorar y aún nos va a seguir cayendo durante todo el día y ni si quiera encuentras un árbol para taparte un poco, aparece una yurta donde menos te los esperas. Un crío que te abre la medio encajada puerta, no habla pero te invita entrar, sigue sin hablar pero rápidamente empieza a poner el caldero a tope, sigue sin hablar pero sale corriendo a coger heces secas de yak para mantener el fuego y carne que empieza a cocinar, corta y pela patatas, te indica que te acomodes pero el sigue sin hablar, los gestos bastan y una vez te has quitado la ropa mojada y te has puesto cómodo, te sientas a su vera en señal de compañía.
No sabemos cuanto rato estaremos aquí per el ofrecimiento no podía venir en mejor momento. Fuera hace frío, llueve y ya llevábamos así muchas horas. Además por lo que parecía, el clima iba a peor en la dirección que íbamos y sería imposible atacar ningún collado.
Le pedimos un poco de agua para calentar la pasta que llevamos y mientras sale a controlar el ganado, comemos algo rápido y seguimos entrando en calor bien pegaditos al fuego.
Y al rato llega el que suponemos que es su padre. En nada nos hace sentar en la mesa e indica a su hijo que nos sirva té, pan, mantequilla...
El si habla, de hecho lo hace mucho, sin parar pero no le entendemos nada. Aún y así, nosotros escuchamos atentamente como si atisbáramos a comprender alguna de las palabras que nos dice. Nos hacemos cargo de la dureza de vivir aquí por su rostro y lo quemada que está su piel. Ya en los críos ves eso en las manos y mofletes.
Por un rato, su día a día cambia, tiene unos huéspedes raros que montan en bici con los que habla mucho y a cambio recibe un poco de lo mismo. Tratamos de comunicarnos, reír juntos y compartir algo que en cierta manera, nos está aportando a todos.
Parece que él lo tiene claro, hoy cenamos aquí y enseguida se pone a cortar carne de alguno de sus corderos. Mientras el niño ya lleva un rato con el resto de preparativos.
Hora de reunir y poner a resguardo al rebaño. Se sube a uno de los caballos y se va loma a arriba con los perros a trabajar y traer a todas las cabezas al cercado.
Al final, cenemos y nos quedamos a dormir. Insisten en que nos quedemos, que tampoco podremos avanzar por que el tiempo está realmente mal, así que no podemos rechazar la propuesta. Luego aparecen los que debían ser 2 hermanos más y compartimos todos mesa y nos acomodamos para poder dormir. Tiene mantas de sobra para poner en cualquier lado y éstas hacen a su vez de colchón y de cobija.
Hemos estado unas horas pero parece que se haya detenido el tiempo, esta es una experiencia de las auténticas y no planificada por ninguna agencia de viajes.
Nos despedimos, les agradecemos su generosidad y les deseamos suerte. Nosotros también nos la deseamos 😅. Esperamos que el tiempo sea benévolo y podemos continuar la marcha aunque sea tapados y con el poncho jeje.
Seguimos subiendo, seguimos avanzando y aunque las cumbre nevadas nos acompañan de cerca, ya no llueve y vas cómodo de corto.
Vamos a ratos juntos hablando, las largas jornadas dan mucho de sí y nos ponemos un poco al día de todo. Hablamos de nuestras respectivas vidas en Tiana y Cartagena, de sus hijos, de mi hija, de su mujer, de la mía, de su trabajo, del mío...una amistad forjada en la distancia pero que durante estos bikepackings se estrecha mucho. Los duros momentos y la camaradería ayudan a fraguar esa unión y no hace falta estar con alguien todos los días para saber que hay una buena relación.
Hay que saber poner en valor el llevar un buen compañero de ruta. No es necesario ir todo el tiempo juntos, de hecho a mi me gusta mucho hablar e ir comentando la jugada, pero también me gusta saborear momentos en los que me distancio y voy solo con mis pensamientos. Saber dar espacio aunque a veces es complicado saber si lo haces bien o no. Yo físicamente me estoy encontrando muy bien y a veces, cuanto peor se pone la cosa en cuanto a clima, terreno etc. es como que me vengo arriba y aún me sale más esa vena guerrera, pero y si tu compañero va más perjudicado o necesita ir a un ritmo más sosegado? quizás vas a su lado dándole charla per es peor por que el prefiere llevar su batalla consigo mismo. Pero igual te adelantas, vas haciendo la tuya, te alejas y quizás eso es lo que lo incomoda. Nada es lo que tiene preocuparse más de los demás que de uno mismo.
Están siendo unos días super intensos donde a veces llevas el cuerpo y la mente un poco al límite. Cuando toca empujar la bici, no haces eso únicamente, como decía antes, empujas también a tu cuerpo y tu mente. Lo primero por que físicamente es muy costoso. Por un camino como se ve en la foto, cruzando los ríos, que vamos cruzando, arrastrando todo ese peso por las cuestas super empinadas provoca un acusado desgaste en tu cuerpo que día tras día va haciendo mella. Y la consecuencia de eso, además, ya es mental por que sabes que se seguirán dando esas situaciones cada rato y cuando tú batería de energía no está al 100%, cuesta más verlo todo de color de rosa.
Pero estamos muy trabajados en estas artes y lidiamos con todo eso magníficamente bien. Trabajar el ser positivo ante cualquier adversidad es esencial para estos viajes y sobre todo para tu compañero. Si en algún momento uno de los dos ve las cosas negras, el otro se ha de esforzar el doble para conseguir que las vuelva a ver, por lo menos gris clarito.
¡¡¡Por eso no hay que dejar de sonreír!!!
Además siempre tienes cosas con las que entretenerte. Los Yaks te distraen cuando te los encuentras. No te van a hacer nada, pero mejor no molestarles y guardar la distancia.
El Tosor Pass te espera y te reta. En la región de Yssyk-Kul, es un impresionante paso de alta montaña que exigirá de ti toda tu concentración y arrojo para ganarle la partida y coronarlo. Las montañas del Tian Shan aguardan vistas y paisajes diversos que te dejan boquiabierto.
Rozamos nuevamente los 4000m de altura y a Pedro le está pasando factura este tema. A su ritmo va haciendo y para cuando lo necesita. Mientras yo voy abriendo vía por delante a buen paso prácticamente sin poner pie a tierra. Pero hay tramos que es muy complicado por que la pendiente y las piedras te lo ponen realmente difícil.
A eso yo le sumo el que sabiendo lo que me pasó el primer día, pues como que no me quiero volver a quedar tirado aquí, y especialmente aquí por que no hay vuelta atrás factible. Llevamos días pedaleando por este lado y no podría hacer nada. Sí o sí, tocaría acabar de subir caminando y tirarme para el otro lado y cruzar los dedos por llegar a algún punto en el que encontrar solución.
Pero la bici aguanta estoicamente y yo también. Subidón de adrenalina al coronar este coloso!!! Se ha hecho de rogar pero otra batalla más que ganamos. Pedro/Hector 1 - Tosor Pass 0.
Al otro lado, el escenario cambia en la primera parte, luego ya todo volverá a ser más verde. Ahora es simplemente impresionante y tanto Pedro como yo, vamos bajando alucinados de estar viendo tal maravilla.
Hay que ser prudente y descender sin correr riesgos. Tanto por no tener una inesperada caída, como por no sufrir pinchazos o problemas mecánicos ahora que estamos en la zona más alta. Es oportuno perder por lo menos algo de altura por que si tenemos que pasar la noche por aquí, pues aquí arriba las temperaturas caerán drásticamente por la noche, así que mejor asegurar el tiro e ir más despacio pero sin problemas.
Tras un descenso larguísimo llegamos a orillas del Lago Issyk Kul. Uno de los tesoros naturales más impresionantes de Asia Central. Es conocido como el lago caliente por que a pesar de estar próximo a montañas enormes que quedan completamente nevadas en invierno en su orilla sur, sus aguas nunca se hielan. Uno de los lagos más profundos del mundo y en el que se han encontrado restos medievales como una antigua ciudad comercial que formó parte de la famosa Ruta de la Seda.
Nosotros los perfilamos durante unos km por una ancha pista que hace las veces de carretera principal.
Más que un lago, parece un mar. Es inmenso y no hay forma de visionar el final de la línea costera o la otra orilla.
Muy cerca de allí, enseguida que nos vamos moviendo, nos encontramos con el Fairy Tale (Shazka) Canyon y sus formaciones arenosas esculpidas por las erosiones y el paso de los años. La verdad es muy marcado el contraste por que venimos de las montañas que están justo detrás y que son frondosas y verdes hasta la parte más alta que ya lo habéis visto, ya más peladas con mucha roca y nieve. Y ahora parece que estemos en un desierto más tipo Atlas de Marruecos.
Felicidades Hector! Me he leído tu extenso e interesantísimo texto. Qué envidia me das por poder hacer estos maravillosos y auténticos viajes, eres un fenómeno fuera de lo ordinario. Cuídate y sigue, eres un ejemplo. Ánimos a montones!
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